Pensamientos y sucesos que llaman la atención de una mente extraña

sábado, 10 de marzo de 2012

¿QUÉ NOS ESTÁ PASANDO?

Hay temporadas de mucha lluvia y otras de sequía. Lo mismo ocurre con la información. Pueden pasar días sin nada interesante que  leer, y de repente una mañana levantarse con saturación de noticias. Es lo que me ha pasado a mí. Esta semana ha sido de órdago, sobre todo con situaciones que podrían enmarcarse en el mismo ámbito. La violencia física y verbal o, lo que es lo mismo que esto último, la falta de respeto. 

Soy de una tierra pequeña y poco valorada por el resto del país. Una que está en medio de los poderosos vascos y de los tradicionalmente luchadores asturianos. Cantabria no es que sea una región de las que se suelen tener en cuenta, y aparte de dar nombre el mar Cantábrico y de tener algunos representantes muy valiosos en deporte y cultura, no somos demasiado conocidos. Pero me temo que acabaremos haciendo historia por los políticos que nos gobiernan tanto de una ideología como de otra. Es difícil destacar en este ámbito teniendo en cuenta cómo está la política hoy en día, en que la visión de un Pleno en el Congreso se parece más al Sálvame que a lo que debería ser una cámara de representantes del pueblo. Pero que en una provincia tan pequeña, ante una situación como la que estamos, no sepan ni siquiera mantener las formas, a mi me provoca tristeza.

La situación es de sobra conocida. La economía parece ir de mal en peor, los ERES se multiplican como setas y las últimas cifras señalan que uno de cada cinco cántabros está en riesgo de pobreza y de exclusión social. Las huelgas son comprensibles para cualquiera que pueda ver los aprietos, cada vez más duros, por los que pasan las familias para llegar a fin de mes. Pero en vez de cooperar juntos para tratar de resolver esta trágica situación, los políticos prefieren tirarse piedras entre ellos, a ver si la gente leyéndolo se entretiene y se olvida que a la hora de apretarse el cinturón solo lo hace el de abajo. Comenzó el señor presidente, Ignacio Diego (PP), llamando sinvergüenzas a  socialistas y regionalistas por unirse a las manifestaciones contra la nueva reforma laboral. Y estos, como un niño de colegio que no está dispuesto a quedarse por detrás, le han respondido llamándole desequilibrado y mezquino. De mientras sus sueldos en el Parlamento siguen tan altos como es costumbre, en esa parte, curiosamente, siempre consiguen ponerse de acuerdo.

No deja de parecerme irónico que esta misma semana se vuelva a abrir el debate sobre la educación en la región. Concretamente sobre la autoridad de los profesores. Ahora convertido en un anteproyecto de ley, la idea que tiene el Gobierno es convertir a los docentes en autoridad pública a partir del próximo curso. Con ello tendrían capacidad de sancionar y contarían con presunción de veracidad. Que los políticos que esta semana han dado “el cante” con su falta de educación quieran imponer doctrina con el sí o sí me parece preocupante. Estuviera quien estuviera en el Gobierno. De hecho, las Asociaciones de Padres no están de acuerdo con la medida, y no pocos profesores les apoyan. Como ellos dicen, la autoridad se gana con el ejemplo del día a día. Al leer esa noticia no he podido dejar de recordar a una profesora que tuve en secundaria que con la excusa de que había estado de baja por depresión humillaba a los alumnos que no le entraban por el ojo y se inventaba sus propias razones para justificarse, llegando incluso a acabar en fuertes desacuerdos con otros docentes. Casi tiemblo al imaginar cómo esa mujer se debe estar frotando las manos ante ese poder absoluto que tendrá…

Y del eterno debate sobre educación, pasemos a un tipo de violencia que se ha vuelto bastante común en los últimos meses. La utilizada físicamente contra los movimientos populares y estudiantiles que han ido surgiendo desde mayo del año pasado. El último caso ocurrió ayer, 9 de marzo, en la facultad de Ciencias de la Información de la universidad Complutense de Madrid. Como ya habían anunciado días anteriores, el movimiento “Tomalafacultad” había organizado una fiesta con el fin de recaudar fondos para sus próximas actividades. Eran las 8 de la tarde cuando, por lo visto, un grupo de personas de ideología neonazi se presentó en el lugar con la intención de boicotear la fiesta y desató la violencia. La noche acabó con 9 detenidos, un universitario herido, y la versión en casi todos los medios de comunicación sobre lo ocurrido, que lo tildaban de un enfrentamiento puntual entre bandas de ideología opuesta. Tanto la policía como la prensa le quitaron importancia a una agresión planificada y organizada por un grupo radical que lleva demasiadas víctimas en los últimos años. ¿Cómo esperan que los más jóvenes aprendan educación cuando se les dice que hay ciertas agresiones que no son para tanto? ¿Cuándo siempre se acaba justificando la violencia contra este tipo de colectivos?

No es de mi gusto tomar parte públicamente, pero me temo que en este caso no tengo opción. Hoy hace un mes estuve en Madrid en un viaje cortito, y tuve la oportunidad de ver lo ocurrido en la Puerta del Sol que esa noche ocupó parte de los informativos nacionales. Me acerqué por curiosidad al saber que había concentración, y lo que me encontré fue un ambiente relajado y pacífico. No puedo decir otra cosa. Sin embargo sí vi algo que comenzó a preocuparme. Según pasaban los minutos y el ambiente continuaba con total tranquilidad, se veían cada vez más policías llegando a la zona como si aquello hubiera sido el escenario de algún atentado. Furgones y furgones de antidisturbios llegando, e innumerables agentes armados con todo el equipo ante un público que ni siquiera les hacía caso en principio. Y de un momento a otro comienza la carga. Sin ton ni son. Sin comerlo ni beberlo. Sin previa provocación, como después se justificó en todos los medios de comunicación.

Ahí me quité de en medio, reconozco que no tengo alma de mártir. Pero la posterior cobertura que se hizo de los hechos, que contrastaba  tanto con lo que yo había visto con mis propios ojos, me llevó a pensar en qué más nos han estado mintiendo. Comienzo a pensar que las imágenes que nos mostraron sobre el desalojo de Plaza Catalunya el 27 de mayo del año pasado no fueron más que la punta del iceberg. O sobre las agresiones a estudiantes en Valencia este febrero. No puedo pensar otra cosa, dado lo que vi y después lo que escuché. Y qué triste que se siga endemoniando la falta de educación en los niños cuando los políticos, la policía y los propios medios de comunicación dan más bien ejemplo de una falta de respeto terrible hacia una parte importante de la ciudadanía. Desde luego la educación debe provenir de los padres en primer lugar; pero teniendo en cuenta cómo está el mundo quizá haya que apagar la televisión, bajar la radio, no comprar periódicos y mantener al niño aislado para conseguir inculcarle algo de buen ejemplo.

Y, como no, normalmente paga el pato el más infeliz. El que menos culpa tiene. La última noticia que me ha hecho abrir los ojos con sorpresa es otra que también protagoniza alguien de mi tierra. La empresa Federico Cortés del Valle S.L. ha intentado registrar ante la UE la marca de su propio orujo bajo el nombre: '¡Que buenu ye! Hijoputa'. Sin embargo, y pese a que ya se han vendido más de 200.000 botellas, tanto la Oficina de Marcas Comunitarias (OAMI) como el Tribunal General de la Unión Europea han denegado este registro. Ellos consideran que “Hijoputa” (palabra parecida a “Hijo de puta”) se trata de una expresión contra las buenas costumbres y que puede ofender a cualquier hispanohablante. Yo, que quizá no hable tan bien el castellano como creía, más bien la considero una expresión usada por una amplia mayoría de ciudadanos en su día a día y sin intención de ofender a nadie. De hecho, mi padre y mis tíos la usan cada cuatro o cinco palabras y aquí nadie se ha dado por aludido. Pero después de todas esas muestras de falta de educación que se dan continuamente, se ve que hay que ponerse finos una vez al año para seguir aparentando que aquí somos todos muy dignos. Eso, o se han sentido aludidos. Yo ahí ya no juzgo…

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