Pensamientos y sucesos que llaman la atención de una mente extraña

miércoles, 21 de marzo de 2012

LA POESÍA DE TU SONRISA.



Tras días de sequía inspirativa hoy me he levantado con ganas de escribir. No sabía de qué, pero me apetecía hacerlo. Así que me puse a buscar las efemérides del día, que es lo más socorrido en estos casos. Y me he encontrado que hoy comparten protagonismo dos “celebraciones” que, aparentemente, nada tienen que ver entre sí.

En primer lugar es el Día Mundial de la Poesía, un tributo al verso que la UNESCO propuso en el año 2001. Yo, particularmente, no soy ninguna entendida. Me considero más prosista. Disfruto leyendo a Bécquer y a Machado, incluso varios poemas de Alberti, por supuesto. Pero hasta ahí llega mi conocimiento. Las maravillas de la rima y la métrica se las dejo a alguien más ducho en el tema. Yo me limito a disfrutar leyendo determinados poemas, y a sentir la belleza de las palabras y de la ironía dicha de una forma tan fina  que a veces resulta casi imperceptible. Y envidio aquellos que son capaces de expresar tanto con textos tan cortos y llenos de belleza.

Lo segundo que celebramos hoy es el Día Mundial del Síndrome de Down. Estoy segura de que todos, más cerca o más lejos, hemos conocido a alguien que sufre esta discapacidad. Hoy en día afecta a unos 34.000 españoles, y los estudios han permitido saber su origen. Ellos no son distintos, ni están enfermos. Solo tienen un cromosoma de más. Para entendernos mejor: Se trata de una alteración genética producida por la presencia de un cromosoma extra (o una parte de él) en la pareja cromosómica 21, de tal forma que las células de estas personas tienen tres cromosomas en dicho par cuando lo habitual es que sólo existan dos. Es un error congénito que se produce de forma espontánea y sin una justificación que se haya encontrado hasta el momento.

Seguramente, de los llamados discapacitados, este colectivo sea el que más ternura provoca. Cuando son niños son muy cariñosos, y cuando son adultos son muy fieles amigos y unos trabajadores muy implicados. Si algo les caracteriza a todos es la sinceridad pura con la que siempre se expresan. Recuerdo el primer niño con síndrome de Down que conocí. Yo tenía 2 años, y aunque mis recuerdos de mi más tierna infancia no son muchos, sí consigo rememorar las primeras impresiones que me provocó. Fue un compañero de clase durante muchos años. Una fantástica persona. Me acuerdo que me llamó la atención el rictus de su rostro, tan diferente a lo que yo había visto hasta entonces. Siempre destacaba por su alegría permanente y su afecto por todos los que le rodeábamos.  Era imposible no tratarle con cariño, con toda la bondad que emanaba. Le recuerdo como uno de los más tiernos recuerdos que tengo de mi infancia.

Las dos celebraciones no parecen tener nada en común, pero sin embargo guardan una conexión que he encontrado muy apropiada. Hablar con alguien como mi amigo, compartir experiencias con él, jugar con él es algo mágico. Tanto como es el poema de Antonio Machado que anima al caminante a construir su propio camino hacia las estelas del mar. Las personas aquejadas con síndrome de Down han sufrido varios cambios con respecto al actuar de la sociedad para con ellos. Desde la incomprensión a la aceptación que hoy en día se va extendiendo, y por la que su colectivo sigue luchando. Ellos, como el caminante de Machado, se han ido construyendo su propio camino. No conocen el abandono ni la vagancia. Luchan todos los días para que se reconozca su valía y se les trate como personas normales. Y lo son. Más normales que la mayoría de las personas que conozco. Tienen una pureza y bondad que es tan mágica como el mejor poema de Bècquer. Su naturaleza es tan pura como las palabras que evocaban los grandes poetas. Y su sonrisa, a fin de cuentas, es pura poesía.

sábado, 10 de marzo de 2012

¿QUÉ NOS ESTÁ PASANDO?

Hay temporadas de mucha lluvia y otras de sequía. Lo mismo ocurre con la información. Pueden pasar días sin nada interesante que  leer, y de repente una mañana levantarse con saturación de noticias. Es lo que me ha pasado a mí. Esta semana ha sido de órdago, sobre todo con situaciones que podrían enmarcarse en el mismo ámbito. La violencia física y verbal o, lo que es lo mismo que esto último, la falta de respeto. 

Soy de una tierra pequeña y poco valorada por el resto del país. Una que está en medio de los poderosos vascos y de los tradicionalmente luchadores asturianos. Cantabria no es que sea una región de las que se suelen tener en cuenta, y aparte de dar nombre el mar Cantábrico y de tener algunos representantes muy valiosos en deporte y cultura, no somos demasiado conocidos. Pero me temo que acabaremos haciendo historia por los políticos que nos gobiernan tanto de una ideología como de otra. Es difícil destacar en este ámbito teniendo en cuenta cómo está la política hoy en día, en que la visión de un Pleno en el Congreso se parece más al Sálvame que a lo que debería ser una cámara de representantes del pueblo. Pero que en una provincia tan pequeña, ante una situación como la que estamos, no sepan ni siquiera mantener las formas, a mi me provoca tristeza.

La situación es de sobra conocida. La economía parece ir de mal en peor, los ERES se multiplican como setas y las últimas cifras señalan que uno de cada cinco cántabros está en riesgo de pobreza y de exclusión social. Las huelgas son comprensibles para cualquiera que pueda ver los aprietos, cada vez más duros, por los que pasan las familias para llegar a fin de mes. Pero en vez de cooperar juntos para tratar de resolver esta trágica situación, los políticos prefieren tirarse piedras entre ellos, a ver si la gente leyéndolo se entretiene y se olvida que a la hora de apretarse el cinturón solo lo hace el de abajo. Comenzó el señor presidente, Ignacio Diego (PP), llamando sinvergüenzas a  socialistas y regionalistas por unirse a las manifestaciones contra la nueva reforma laboral. Y estos, como un niño de colegio que no está dispuesto a quedarse por detrás, le han respondido llamándole desequilibrado y mezquino. De mientras sus sueldos en el Parlamento siguen tan altos como es costumbre, en esa parte, curiosamente, siempre consiguen ponerse de acuerdo.

No deja de parecerme irónico que esta misma semana se vuelva a abrir el debate sobre la educación en la región. Concretamente sobre la autoridad de los profesores. Ahora convertido en un anteproyecto de ley, la idea que tiene el Gobierno es convertir a los docentes en autoridad pública a partir del próximo curso. Con ello tendrían capacidad de sancionar y contarían con presunción de veracidad. Que los políticos que esta semana han dado “el cante” con su falta de educación quieran imponer doctrina con el sí o sí me parece preocupante. Estuviera quien estuviera en el Gobierno. De hecho, las Asociaciones de Padres no están de acuerdo con la medida, y no pocos profesores les apoyan. Como ellos dicen, la autoridad se gana con el ejemplo del día a día. Al leer esa noticia no he podido dejar de recordar a una profesora que tuve en secundaria que con la excusa de que había estado de baja por depresión humillaba a los alumnos que no le entraban por el ojo y se inventaba sus propias razones para justificarse, llegando incluso a acabar en fuertes desacuerdos con otros docentes. Casi tiemblo al imaginar cómo esa mujer se debe estar frotando las manos ante ese poder absoluto que tendrá…

Y del eterno debate sobre educación, pasemos a un tipo de violencia que se ha vuelto bastante común en los últimos meses. La utilizada físicamente contra los movimientos populares y estudiantiles que han ido surgiendo desde mayo del año pasado. El último caso ocurrió ayer, 9 de marzo, en la facultad de Ciencias de la Información de la universidad Complutense de Madrid. Como ya habían anunciado días anteriores, el movimiento “Tomalafacultad” había organizado una fiesta con el fin de recaudar fondos para sus próximas actividades. Eran las 8 de la tarde cuando, por lo visto, un grupo de personas de ideología neonazi se presentó en el lugar con la intención de boicotear la fiesta y desató la violencia. La noche acabó con 9 detenidos, un universitario herido, y la versión en casi todos los medios de comunicación sobre lo ocurrido, que lo tildaban de un enfrentamiento puntual entre bandas de ideología opuesta. Tanto la policía como la prensa le quitaron importancia a una agresión planificada y organizada por un grupo radical que lleva demasiadas víctimas en los últimos años. ¿Cómo esperan que los más jóvenes aprendan educación cuando se les dice que hay ciertas agresiones que no son para tanto? ¿Cuándo siempre se acaba justificando la violencia contra este tipo de colectivos?

No es de mi gusto tomar parte públicamente, pero me temo que en este caso no tengo opción. Hoy hace un mes estuve en Madrid en un viaje cortito, y tuve la oportunidad de ver lo ocurrido en la Puerta del Sol que esa noche ocupó parte de los informativos nacionales. Me acerqué por curiosidad al saber que había concentración, y lo que me encontré fue un ambiente relajado y pacífico. No puedo decir otra cosa. Sin embargo sí vi algo que comenzó a preocuparme. Según pasaban los minutos y el ambiente continuaba con total tranquilidad, se veían cada vez más policías llegando a la zona como si aquello hubiera sido el escenario de algún atentado. Furgones y furgones de antidisturbios llegando, e innumerables agentes armados con todo el equipo ante un público que ni siquiera les hacía caso en principio. Y de un momento a otro comienza la carga. Sin ton ni son. Sin comerlo ni beberlo. Sin previa provocación, como después se justificó en todos los medios de comunicación.

Ahí me quité de en medio, reconozco que no tengo alma de mártir. Pero la posterior cobertura que se hizo de los hechos, que contrastaba  tanto con lo que yo había visto con mis propios ojos, me llevó a pensar en qué más nos han estado mintiendo. Comienzo a pensar que las imágenes que nos mostraron sobre el desalojo de Plaza Catalunya el 27 de mayo del año pasado no fueron más que la punta del iceberg. O sobre las agresiones a estudiantes en Valencia este febrero. No puedo pensar otra cosa, dado lo que vi y después lo que escuché. Y qué triste que se siga endemoniando la falta de educación en los niños cuando los políticos, la policía y los propios medios de comunicación dan más bien ejemplo de una falta de respeto terrible hacia una parte importante de la ciudadanía. Desde luego la educación debe provenir de los padres en primer lugar; pero teniendo en cuenta cómo está el mundo quizá haya que apagar la televisión, bajar la radio, no comprar periódicos y mantener al niño aislado para conseguir inculcarle algo de buen ejemplo.

Y, como no, normalmente paga el pato el más infeliz. El que menos culpa tiene. La última noticia que me ha hecho abrir los ojos con sorpresa es otra que también protagoniza alguien de mi tierra. La empresa Federico Cortés del Valle S.L. ha intentado registrar ante la UE la marca de su propio orujo bajo el nombre: '¡Que buenu ye! Hijoputa'. Sin embargo, y pese a que ya se han vendido más de 200.000 botellas, tanto la Oficina de Marcas Comunitarias (OAMI) como el Tribunal General de la Unión Europea han denegado este registro. Ellos consideran que “Hijoputa” (palabra parecida a “Hijo de puta”) se trata de una expresión contra las buenas costumbres y que puede ofender a cualquier hispanohablante. Yo, que quizá no hable tan bien el castellano como creía, más bien la considero una expresión usada por una amplia mayoría de ciudadanos en su día a día y sin intención de ofender a nadie. De hecho, mi padre y mis tíos la usan cada cuatro o cinco palabras y aquí nadie se ha dado por aludido. Pero después de todas esas muestras de falta de educación que se dan continuamente, se ve que hay que ponerse finos una vez al año para seguir aparentando que aquí somos todos muy dignos. Eso, o se han sentido aludidos. Yo ahí ya no juzgo…

jueves, 8 de marzo de 2012

EL TRABAJO EN LA SOMBRA

Llevaba un tiempo buscando el tema adecuado para empezar este blog, pero no encontraba suficiente inspiración ni motivación. El caso es que hoy se me ha encendido la bombilla. Me parece lógico, desde un punto de vista algo retorcido, comenzarlo el 8 de marzo, que celebramos el Día de la Mujer Trabajadora. A mi, que soy una absoluta seguidora de cualquier cosa que entrañe ironía, me pareció adecuado. Simplemente porque yo soy una mujer que busca trabajo, pero de momento estoy estancada en el quiero y no puedo.  No sé si yo podría entrar en esta calificación, pero dado que en mayo haré un año de licenciada en paro podría decirse que he hecho del desempleo mi trabajo. Así que, chicas, compañeras, mujeres, ¡va por nosotras!

Cuando consideré comenzar a escribir sobre este día lo primero que pensé fue en el tema. ¿Por dónde enfocarlo? Un día como este tiene mil vertientes a las que acudir, cada cual más interesante. Me documenté en primer lugar sobre el incendio de la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist en Nueva York, producido el 25 de marzo de 1911. Esa tragedia que les costó la vida a 146 trabajadoras textiles que fallecieron por las quemaduras, la inhalación de humo o en su intento de escapar del fuego, obligó a importantes cambios legislativos en las normas de seguridad y salud laborales e industriales. Se le considera el inicio de este día honorífico, pero lo cierto es que días antes ya se habían celebrado en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza distintos mítines en favor de los derechos de la mujer a los que acudieron más de un millón de personas.

Luego pensé en enfocarlo por otro lado. Quizá denunciando la violencia machista, aún demasiado presente en nuestra sociedad y que le ha costado la vida a 9 mujeres en lo que va de año en España (67 durante todo el año anterior). Como realmente me entristece demasiado ese tema y no quiero empezar con el blog mostrándome pesimista, volví a considerar otro tema. Esta mañana publicaron en distintos medios que el número de mujeres que están en paro en España asciende a 2.358.834 (entre las que me incluyo). Supongo que esas cifras no serán exactamente las reales en estos momentos porque desde que recogieron los datos algunas mujeres más habrán perdido su empleo y puede que alguna afortunada haya encontrado trabajo. No bromeo, no es del todo imposible. Elena Salgado ha conseguido un trabajito muy mono y muy bien pagado apenas tres meses después de dejar de ser ministra. Y encima consigue permanecer con su antiguo sueldo además del nuevo (maravillas de ser político, siempre supe que me equivoqué de profesión). Por no hablar de los tres sueldos que se lleva calentitos María Dolores de Cospedal por ese trabajo tan duro que realiza. Son de admirar, no hay duda. En fin, que llamó la atención la cifra, no voy a negarlo. Pero como seguía siendo un tema que me deprime también mucho por la parte que me toca, pasé página.

Podría hablar de las últimas perlas del ministro Gallardón sobre que el derecho por excelencia de una mujer es la maternidad, aunque casi me parece que en su opinión es más un deber que un derecho. O podría hablar de esa corriente de hombres que intentan manchar la lucha por la igualdad asegurando que nuestro interés es quedar por encima de ellos. Aquellos que nos llaman feminazis y que aseguran que les vemos como el enemigo. Puedo asegurar que jamás he visto a ningún hombre como a un enemigo, pero puede que tenga que comienzar a considerarlo con esa especie de cavernícolas. En fin, también me planteé hablar sobre la vida de la mujer en otros países o sobre la dificultad que entraña ser activista feminista en países árabes. Pero quizá son temas que aún me queden grandes.

Lo justo sería ensalzar a aquellas mujeres que dedicaron todo su empeño en conseguir todos los derechos que hemos adquirido las mujeres de hoy en día. Mujeres como  Clara Campoamor, defensora del sufragio femenino sin limitaciones. O como María Telo, que consiguió reformar el Código Civil que hasta 1975 impedía a las mujeres realizar cualquier función administrativa o jurídica sin el permiso de su marido. Son mujeres a las que les debemos muchos derechos obtenidos y que nos permiten seguir luchando por la igualdad. Pero yo quiero dedicarle este primer artículo a la mujer más trabajadora y luchadora que conozco. Aquella que será la responsable de cualquier cosa positiva que yo consiga a lo largo de mi vida: Mi madre.

Con ella quiero homenajear también a ese gran colectivo de mujeres que trabajan en el empleo más precario, peor pagado (o mejor dicho sin sueldo) y con peor horario que existe: Las amas de casa. Esas mujeres que son el pilar fundamental de su familia, que no se permiten estar enfermas, que son las más fuertes en la adversidad. No, no me pondré a cantar esa laureada canción (‘Somos madres’) que se hizo famosilla en los mítines del Partido Popular de las pasadas elecciones, y que aún me produce urticaria recordar. Me refiero a esas mujeres que sacrificaron sus propios sueños al tener hijos o por cuidar a familiares enfermos. A esas madres que se levantan antes que nadie y se acuestan las últimas. Aquellas cuyo hombro siempre es el más dispuesto y que las palabras cansancio o renuncia no están en su vocabulario. Son las menos valoradas pero su trabajo es el más importante; el engranaje que hace girar la rueda.

Seguro que para muchos es conocida la expresión: “Si yo no estuviese se os comería la mierda”. Todos la hemos oído alguna vez, y aunque la escuchemos de pasada y a medio gas yo estoy convencida de que es una de las mayores verdades que he oído. Creo firmemente que no habría una huelga más dañina que si todas las amas de casa del mundo se pusieran de acuerdo para cortar el grifo. Se paralizaría todo; como un castillo de naipes todo se derrumbaría. Pero, como ya he dicho, en su vocabulario no están las palabras renuncia y egoísmo. Y por eso siguen en su trabajo en la sombra, sin reconocimiento y sin valorarse su esfuerzo, porque muchos consideran que es lo que “les toca hacer”. Este pequeño homenaje no sirve de nada, pero al menos dejo ver mi admiración por el sector de trabajadoras a quienes menos se les agradece su trabajo. El agradecimiento que le debo, y seguiré debiendo, a mi madre, no podré demostrarlo nunca suficientemente.